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Bodegas Emilio Hidalgo
Jerez Xérès Sherry39,85€
37,86€/ud (-5%)
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Bodegas Emilio Hidalgo
Jerez Xérès Sherry47,75€
45,36€/ud (-5%)
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Bodegas Emilio Hidalgo
Jerez Xérès Sherry106,80€
101,46€/ud (-5%)
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Comprar Vino de Bodegas Emilio Hidalgo
Bodegas Emilio Hidalgo no es una de esas firmas que buscan el aplauso fácil ni las modas pasajeras. Tampoco necesita recordar su legado en cada etiqueta. Quien conoce sus vinos, lo sabe: aquí no se improvisa. Fundada en 1874 y todavía en manos de la misma familia, esta casa jerezana representa una de las versiones más puras, íntimas y silenciosamente revolucionarias del Marco de Jerez. Su sede, una antigua casona bodeguera en el centro de Jerez de la Frontera, acoge a día de hoy una veintena de botas de roble que contienen una historia de más de cinco generaciones y una manera muy precisa de entender el vino.
Suelos de albariza, viñas de verdad
El viñedo no es enorme, pero sí relevante: procedencias clásicas como Balbaína o Macharnudo, con sus suelos de albariza pura, caliza y esponjosa como un bizcocho seco, que retiene el agua del invierno y regula el estrés hídrico con una elegancia que solo se ve en zonas muy concretas del mundo. A diferencia de otros productores de mayor escala que han externalizado parte de su aprovisionamiento, Hidalgo sigue trabajando directamente con viticultores locales con los que mantienen relaciones de décadas, cuando no de siglos. Aquí no hay fórmula industrial. Ni falta que hace.
La Panesa - El fino que juega en otra liga
Su Fino La Panesa —casi secreto de sumilleres y enamorados del vino generoso— es quizá el mejor ejemplo del estilo de la casa. Un vino que rompe esquemas desde el silencio. Frente a los finos estándar del mercado, embotellados con apenas 4 o 5 años bajo velo de flor, La Panesa se mantiene más de 15 años en criaderas y soleras, conservando una viveza sorprendente, una tensión eléctrica y una complejidad aromática casi contradictoria. Manzana asada, salmuera, almendra cruda, notas de panadería vieja y un recuerdo punzante a tiza húmeda. Todo en perfecto equilibrio, sin aspavientos.
No es un vino para principiantes, pero tampoco es inaccesible: su potencia es amable y su profundidad, serena. La clave está en cómo envejece el vino: muy lentamente, sin tocar demasiado, permitiendo que la flor haga su trabajo y se vaya debilitando a su ritmo, dejando que el oxígeno entre solo cuando debe. Es, en cierto modo, un fino que ya quiere ser amontillado, pero que se queda a vivir en esa frontera. Hay una melancolía bellísima en eso.
El Tresillo - Amontillado con memoria y carácter
El Amontillado El Tresillo es otra historia. Lleva el nombre del juego de cartas que practicaban los abuelos de la familia entre botas y tabancos. Este vino, que pasa décadas bajo crianza biológica y oxidativa, ha llegado a alcanzar en sus versiones V.O.R.S. los 50 años de envejecimiento. Sin embargo, lo realmente sorprendente es su precisión aromática, su capacidad para expresar capas sin agotar el paladar. Es como leer a un autor clásico que, por alguna razón, sigue sonando moderno. Notas de tabaco rubio, ebanistería antigua, corteza de naranja amarga y un fondo salino que recuerda al salitre pegado en la piel tras una tarde en la costa gaditana.
Aquí manda el tiempo, no la prisa
Más allá del vino, la filosofía de Emilio Hidalgo se basa en el respeto absoluto por el tiempo. En una zona que históricamente ha abusado del blending y las grandes escalas, esta casa trabaja como si cada bota fuera una novela que se escribe a mano. “Cada vez que pruebas una saca de La Panesa, estás probando un fragmento de lo que somos”, comentaba Juan Manuel Hidalgo, actual responsable de la bodega, en una entrevista reciente. No hay urgencias, no hay storytelling hueco. Hay contenido. Hay hondura.
Pedro Ximénez sin empalagos - Dulzor con nervio
El Pedro Ximénez de la casa, por ejemplo, no pretende ser una bomba de azúcar, como ocurre a menudo. Hay concentración, por supuesto, pero también una finura inusual, con notas de higos secos, té negro y café tostado, equilibradas con una acidez que limpia y estructura. Nada empalaga. Todo fluye.
En un mundo de etiquetas, Hidalgo va por libre
En un Jerez que busca reinventarse, Emilio Hidalgo no necesita reinventarse. Su aparente inmovilismo es, en realidad, una forma de resistencia lúcida. Mientras otros buscan la notoriedad en etiquetas llamativas o ediciones experimentales, esta bodega sigue confiando en la fuerza del tiempo, el trabajo invisible y el conocimiento acumulado.
Quien quiera entender por qué el Marco de Jerez está viviendo una segunda edad de oro, debería empezar por aquí. Porque detrás de cada copa de Hidalgo hay más que vino: hay una manera de estar en el mundo. Y eso, hoy, no es poca cosa.
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Comprar Vino de Bodegas Emilio Hidalgo
Bodegas Emilio Hidalgo no es una de esas firmas que buscan el aplauso fácil ni las modas pasajeras. Tampoco necesita recordar su legado en cada etiqueta. Quien conoce sus vinos, lo sabe: aquí no se improvisa. Fundada en 1874 y todavía en manos de la misma familia, esta casa jerezana representa una de las versiones más puras, íntimas y silenciosamente revolucionarias del Marco de Jerez. Su sede, una antigua casona bodeguera en el centro de Jerez de la Frontera, acoge a día de hoy una veintena de botas de roble que contienen una historia de más de cinco generaciones y una manera muy precisa de entender el vino.
Suelos de albariza, viñas de verdad
El viñedo no es enorme, pero sí relevante: procedencias clásicas como Balbaína o Macharnudo, con sus suelos de albariza pura, caliza y esponjosa como un bizcocho seco, que retiene el agua del invierno y regula el estrés hídrico con una elegancia que solo se ve en zonas muy concretas del mundo. A diferencia de otros productores de mayor escala que han externalizado parte de su aprovisionamiento, Hidalgo sigue trabajando directamente con viticultores locales con los que mantienen relaciones de décadas, cuando no de siglos. Aquí no hay fórmula industrial. Ni falta que hace.
La Panesa - El fino que juega en otra liga
Su Fino La Panesa —casi secreto de sumilleres y enamorados del vino generoso— es quizá el mejor ejemplo del estilo de la casa. Un vino que rompe esquemas desde el silencio. Frente a los finos estándar del mercado, embotellados con apenas 4 o 5 años bajo velo de flor, La Panesa se mantiene más de 15 años en criaderas y soleras, conservando una viveza sorprendente, una tensión eléctrica y una complejidad aromática casi contradictoria. Manzana asada, salmuera, almendra cruda, notas de panadería vieja y un recuerdo punzante a tiza húmeda. Todo en perfecto equilibrio, sin aspavientos.
No es un vino para principiantes, pero tampoco es inaccesible: su potencia es amable y su profundidad, serena. La clave está en cómo envejece el vino: muy lentamente, sin tocar demasiado, permitiendo que la flor haga su trabajo y se vaya debilitando a su ritmo, dejando que el oxígeno entre solo cuando debe. Es, en cierto modo, un fino que ya quiere ser amontillado, pero que se queda a vivir en esa frontera. Hay una melancolía bellísima en eso.
El Tresillo - Amontillado con memoria y carácter
El Amontillado El Tresillo es otra historia. Lleva el nombre del juego de cartas que practicaban los abuelos de la familia entre botas y tabancos. Este vino, que pasa décadas bajo crianza biológica y oxidativa, ha llegado a alcanzar en sus versiones V.O.R.S. los 50 años de envejecimiento. Sin embargo, lo realmente sorprendente es su precisión aromática, su capacidad para expresar capas sin agotar el paladar. Es como leer a un autor clásico que, por alguna razón, sigue sonando moderno. Notas de tabaco rubio, ebanistería antigua, corteza de naranja amarga y un fondo salino que recuerda al salitre pegado en la piel tras una tarde en la costa gaditana.
Aquí manda el tiempo, no la prisa
Más allá del vino, la filosofía de Emilio Hidalgo se basa en el respeto absoluto por el tiempo. En una zona que históricamente ha abusado del blending y las grandes escalas, esta casa trabaja como si cada bota fuera una novela que se escribe a mano. “Cada vez que pruebas una saca de La Panesa, estás probando un fragmento de lo que somos”, comentaba Juan Manuel Hidalgo, actual responsable de la bodega, en una entrevista reciente. No hay urgencias, no hay storytelling hueco. Hay contenido. Hay hondura.
Pedro Ximénez sin empalagos - Dulzor con nervio
El Pedro Ximénez de la casa, por ejemplo, no pretende ser una bomba de azúcar, como ocurre a menudo. Hay concentración, por supuesto, pero también una finura inusual, con notas de higos secos, té negro y café tostado, equilibradas con una acidez que limpia y estructura. Nada empalaga. Todo fluye.
En un mundo de etiquetas, Hidalgo va por libre
En un Jerez que busca reinventarse, Emilio Hidalgo no necesita reinventarse. Su aparente inmovilismo es, en realidad, una forma de resistencia lúcida. Mientras otros buscan la notoriedad en etiquetas llamativas o ediciones experimentales, esta bodega sigue confiando en la fuerza del tiempo, el trabajo invisible y el conocimiento acumulado.
Quien quiera entender por qué el Marco de Jerez está viviendo una segunda edad de oro, debería empezar por aquí. Porque detrás de cada copa de Hidalgo hay más que vino: hay una manera de estar en el mundo. Y eso, hoy, no es poca cosa.