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Comprar Vino de Château Lafite Rothschild
Hablar de Château Lafite Rothschild es invocar no sólo una de las propiedades vitivinícolas más legendarias de Burdeos, sino un símbolo universal de excelencia, prestigio y permanencia. A lo largo de más de tres siglos, esta propiedad ubicada en Pauillac, en el corazón del Médoc, ha trazado una trayectoria que se entrelaza con la historia de Francia y del vino mismo. Desde su primera mención en el siglo XIII hasta su consagración como Premier Grand Cru Classé en 1855, Lafite Rothschild no ha hecho otra cosa que profundizar su vínculo con la tierra, elevar el arte de la vinificación y construir una identidad que hoy trasciende lo enológico para rozar lo mitológico.
El arte de perpetuar lo extraordinario
Bajo la dirección de la familia Rothschild desde 1868, Château Lafite Rothschild ha sabido mantenerse fiel a una visión: la de expresar con claridad y nobleza el carácter único de su terroir. Cada generación ha aportado su impronta sin alterar la esencia de un estilo que encuentra en la elegancia, la armonía y la longevidad su máxima expresión. Hoy, al frente se encuentra Saskia de Rothschild, quien encarna una nueva era de sensibilidad contemporánea y compromiso con la sostenibilidad, sin apartarse un ápice del rigor que ha definido a la propiedad durante siglos.
Lafite Rothschild no es simplemente una gran bodega; es un guardián de tradiciones milimétricamente afinadas, un testigo del paso del tiempo que ha sabido, con discreción y convicción, mantenerse a la vanguardia sin necesidad de alardes. Aquí, cada decisión se toma con la mirada puesta en la posteridad. Porque en Lafite Rothschild, el tiempo no se mide en cosechas, sino en generaciones.
Pauillac, tierra sagrada de Cabernet Sauvignon
Enclavado en una de las zonas más codiciadas del Médoc, el viñedo de Lafite Rothschild cubre unas 112 hectáreas de suelos de gravas profundas, arcillas finas y arenas bien drenadas, que crean las condiciones ideales para la maduración lenta y completa del Cabernet Sauvignon, la variedad reina de la propiedad. Junto a él, el Merlot, el Cabernet Franc y el Petit Verdot juegan un papel secundario pero crucial, aportando capas de complejidad, sensualidad y estructura.
La disposición del viñedo, con su mosaico de parcelas meticulosamente clasificadas, permite una lectura casi quirúrgica de cada microterroir. Esta comprensión íntima del viñedo es lo que permite a Lafite Rothschild producir, año tras año, un vino que no solo representa la cúspide del clasicismo bordelés, sino que además logra emocionarnos con su precisión, su gracia y su asombrosa capacidad de evolución.
Una filosofía de intervención mínima y respeto absoluto
En la bodega, el enfoque es deliberadamente poco intervencionista. Todo está al servicio de la pureza del fruto, de la fidelidad al lugar. La fermentación se realiza en cubas de madera y acero inoxidable, cuidadosamente seleccionadas para adaptarse a las particularidades de cada lote. La crianza, que puede extenderse hasta 20 meses en barricas nuevas de roble francés, en su mayoría elaboradas en la propia tonelería del château, se maneja con la elegancia de un director de orquesta que conoce cada matiz de su partitura.
Aquí no hay lugar para la moda, la improvisación ni el artificio. Todo responde a un conocimiento profundo del vino y de su ciclo vital. El resultado es un gran vino que, incluso en su juventud, deja entrever la grandeza que alcanzará con el paso de los años: aromas etéreos de grosellas negras, cedro, grafito y violetas; taninos de una finura casi táctil; y una frescura mineral que sostiene su perfil largo y envolvente.
Más allá de la botella - Una experiencia casi espiritual
Beber un Château Lafite Rothschild no es simplemente una experiencia sensorial, sino un acto casi espiritual. Es descubrir cómo se expresa un terroir cuando es cultivado con devoción, cómo la historia puede hablar a través de un líquido, cómo el vino puede trascender lo gustativo para convertirse en símbolo.
Lafite Rothschild no busca complacer al paladar de moda. Su grandeza reside precisamente en su capacidad para resistir el paso del tiempo, para madurar con sabiduría, para seguir hablando incluso décadas después de haber sido embotellado. Cada añada es un capítulo nuevo en una historia centenaria, y cada copa, una invitación a ser parte de ella.
Comprar Vino de Château Lafite Rothschild
Hablar de Château Lafite Rothschild es invocar no sólo una de las propiedades vitivinícolas más legendarias de Burdeos, sino un símbolo universal de excelencia, prestigio y permanencia. A lo largo de más de tres siglos, esta propiedad ubicada en Pauillac, en el corazón del Médoc, ha trazado una trayectoria que se entrelaza con la historia de Francia y del vino mismo. Desde su primera mención en el siglo XIII hasta su consagración como Premier Grand Cru Classé en 1855, Lafite Rothschild no ha hecho otra cosa que profundizar su vínculo con la tierra, elevar el arte de la vinificación y construir una identidad que hoy trasciende lo enológico para rozar lo mitológico.
El arte de perpetuar lo extraordinario
Bajo la dirección de la familia Rothschild desde 1868, Château Lafite Rothschild ha sabido mantenerse fiel a una visión: la de expresar con claridad y nobleza el carácter único de su terroir. Cada generación ha aportado su impronta sin alterar la esencia de un estilo que encuentra en la elegancia, la armonía y la longevidad su máxima expresión. Hoy, al frente se encuentra Saskia de Rothschild, quien encarna una nueva era de sensibilidad contemporánea y compromiso con la sostenibilidad, sin apartarse un ápice del rigor que ha definido a la propiedad durante siglos.
Lafite Rothschild no es simplemente una gran bodega; es un guardián de tradiciones milimétricamente afinadas, un testigo del paso del tiempo que ha sabido, con discreción y convicción, mantenerse a la vanguardia sin necesidad de alardes. Aquí, cada decisión se toma con la mirada puesta en la posteridad. Porque en Lafite Rothschild, el tiempo no se mide en cosechas, sino en generaciones.
Pauillac, tierra sagrada de Cabernet Sauvignon
Enclavado en una de las zonas más codiciadas del Médoc, el viñedo de Lafite Rothschild cubre unas 112 hectáreas de suelos de gravas profundas, arcillas finas y arenas bien drenadas, que crean las condiciones ideales para la maduración lenta y completa del Cabernet Sauvignon, la variedad reina de la propiedad. Junto a él, el Merlot, el Cabernet Franc y el Petit Verdot juegan un papel secundario pero crucial, aportando capas de complejidad, sensualidad y estructura.
La disposición del viñedo, con su mosaico de parcelas meticulosamente clasificadas, permite una lectura casi quirúrgica de cada microterroir. Esta comprensión íntima del viñedo es lo que permite a Lafite Rothschild producir, año tras año, un vino que no solo representa la cúspide del clasicismo bordelés, sino que además logra emocionarnos con su precisión, su gracia y su asombrosa capacidad de evolución.
Una filosofía de intervención mínima y respeto absoluto
En la bodega, el enfoque es deliberadamente poco intervencionista. Todo está al servicio de la pureza del fruto, de la fidelidad al lugar. La fermentación se realiza en cubas de madera y acero inoxidable, cuidadosamente seleccionadas para adaptarse a las particularidades de cada lote. La crianza, que puede extenderse hasta 20 meses en barricas nuevas de roble francés, en su mayoría elaboradas en la propia tonelería del château, se maneja con la elegancia de un director de orquesta que conoce cada matiz de su partitura.
Aquí no hay lugar para la moda, la improvisación ni el artificio. Todo responde a un conocimiento profundo del vino y de su ciclo vital. El resultado es un gran vino que, incluso en su juventud, deja entrever la grandeza que alcanzará con el paso de los años: aromas etéreos de grosellas negras, cedro, grafito y violetas; taninos de una finura casi táctil; y una frescura mineral que sostiene su perfil largo y envolvente.
Más allá de la botella - Una experiencia casi espiritual
Beber un Château Lafite Rothschild no es simplemente una experiencia sensorial, sino un acto casi espiritual. Es descubrir cómo se expresa un terroir cuando es cultivado con devoción, cómo la historia puede hablar a través de un líquido, cómo el vino puede trascender lo gustativo para convertirse en símbolo.
Lafite Rothschild no busca complacer al paladar de moda. Su grandeza reside precisamente en su capacidad para resistir el paso del tiempo, para madurar con sabiduría, para seguir hablando incluso décadas después de haber sido embotellado. Cada añada es un capítulo nuevo en una historia centenaria, y cada copa, una invitación a ser parte de ella.