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Comprar Vino de Codorníu
Hablar de Codorníu es hablar de una historia que no se mide en décadas, sino en siglos. La familia Codorníu embotelló vino ya en el siglo XVI. Desde que Anna Codorníu se uniera en matrimonio con Miquel Raventós en el siglo XVII, la historia de esta familia se entreteje con la historia del cava. Fue su descendiente, Josep Raventós, quien en 1872 elaboró por primera vez cava en España, aplicando el método tradicional champenoise. Desde entonces, el apellido se ligó de forma irrevocable a la historia del espumoso español: nació el primer cava, elaborado según el método tradicional, con segunda fermentación en botella. Mucho antes de que la Denominación de Origen Cava existiera siquiera como concepto, Codorníu ya había sentado los cimientos de lo que sería uno de los productos vitivinícolas más singulares y reconocibles del país.
¿Dónde está todo esto pasando? En Sant Sadurní d’Anoia
El centro de operaciones se encuentra en Sant Sadurní d’Anoia, en el Alt Penedès, a unos 40 km al suroeste de Barcelona. Es allí donde confluyen tres factores decisivos para la viticultura: el clima mediterráneo con clara influencia continental, suelos calcáreos con excelente drenaje y una topografía que alterna suaves colinas con valles fértiles. El Penedès se divide a grandes rasgos en tres zonas: el Bajo Penedès, más cálido y cercano al mar; el Medio, donde se sitúan buena parte de los viñedos históricos; y el Alto Penedès, que alcanza cotas por encima de los 500 metros y aporta frescura natural a las uvas. Codorníu cultiva en todas ellas, pero es en las zonas más elevadas donde busca hoy la tensión, la finura y la acidez natural que define a sus espumosos más ambiciosos.
El suelo también habla (y lo hace muy bien)
Los suelos del Alt Penedès, dominados por margas calcáreas y arcillas rojas, retienen agua de forma eficiente y permiten que las raíces profundicen, lo que se traduce en vinos con más capa aromática y estructura. Aquí, el cambio térmico entre el día y la noche es significativo durante el periodo de maduración, y esa amplitud térmica es lo que imprime nervio y precisión a los espumosos. No hay exceso de azúcar ni sobremaduración. La vendimia, frecuentemente manual, se realiza entre finales de agosto y mediados de septiembre, y cada parcela se recoge en el punto justo, para asegurar ese equilibrio entre acidez natural, grado alcohólico moderado y expresión varietal.
Grande, pero con cabeza (y con alma)
A pesar de su escala, Codorníu produce millones de botellas al año, la bodega ha sido sorprendentemente ágil a la hora de adaptarse a los nuevos tiempos. Desde hace dos décadas, ha iniciado una línea de trabajo más segmentada, centrada en viñedos específicos, en elaboraciones de larga crianza y en la puesta en valor de variedades autóctonas como Xarel·lo, Macabeo y Parellada. Mientras otras casas cayeron en la tentación de inundar el mercado con cavas jóvenes sin identidad, Codorníu apostó por el desarrollo de su gama Ars Collecta, donde se trabaja con crianzas de más de 30 meses, dosificaciones mínimas y un perfil claramente gastronómico.
Su estilo: elegancia sin gritar
El estilo de la casa siempre ha sido más de elegancia que de potencia, más de textura que de dulzor. A diferencia de muchas elaboraciones catalanas de corte oxidativo y crianza acentuada, los cavas de Codorníu tienden a mostrar frutas blancas, flores secas, finas notas de brioche y una burbuja integrada, más cremosa que agresiva. No es casualidad: las largas crianzas sobre lías –algunas etiquetas superan los 60 meses– permiten una evolución lenta, controlada, donde lo efervescente se convierte en textura y el vino se comporta más como un blanco de guarda que como un simple espumoso.
Una bodega que también es obra de arte
Mención aparte merece la bodega modernista, una de las joyas arquitectónicas del modernismo industrial catalán. Fue proyectada por Josep Puig i Cadafalch, discípulo de Gaudí, e inaugurada en 1915. Sus naves subterráneas se extienden a lo largo de más de 30 kilómetros de túneles excavados a mano, y no sólo son un monumento a la historia vitivinícola del país, sino un sistema de crianza que mantiene temperatura y humedad constantes sin necesidad de intervención mecánica. Allí, el silencio y la penumbra dan cobijo a millones de botellas que reposan años antes de ver la luz.
Cuando hasta Champagne miraba de reojo
Entre sus anécdotas más singulares está la de su papel clave durante el cambio de siglo, cuando muchas casas de Champagne comenzaron a mirar con recelo la calidad de los espumosos catalanes. Codorníu respondió no sólo manteniendo el estándar de elaboración tradicional, sino invirtiendo en I+D, impulsando estudios sobre levaduras autóctonas, tiempos óptimos de removido y tapones que permitieran una crianza sin oxidaciones prematuras. Lejos de esconderse, la casa asumió su rol de referente, incluso cuando eso implicaba moverse en terrenos incómodos.
Tradición y vanguardia, sin contradicción
Hoy, Codorníu se mueve entre dos mundos: el del gran volumen, sí, pero también el del vino de parcela, la viticultura regenerativa y la microvinificación experimental. Pocas casas han conseguido hacer esa transición sin perder el alma por el camino. Pocas, también, han mantenido un hilo conductor tan claro a lo largo de más de cinco siglos. Codorníu no es una reliquia. Es una bodega viva, y a veces incómodamente moderna.
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Comprar Vino de Codorníu
Hablar de Codorníu es hablar de una historia que no se mide en décadas, sino en siglos. La familia Codorníu embotelló vino ya en el siglo XVI. Desde que Anna Codorníu se uniera en matrimonio con Miquel Raventós en el siglo XVII, la historia de esta familia se entreteje con la historia del cava. Fue su descendiente, Josep Raventós, quien en 1872 elaboró por primera vez cava en España, aplicando el método tradicional champenoise. Desde entonces, el apellido se ligó de forma irrevocable a la historia del espumoso español: nació el primer cava, elaborado según el método tradicional, con segunda fermentación en botella. Mucho antes de que la Denominación de Origen Cava existiera siquiera como concepto, Codorníu ya había sentado los cimientos de lo que sería uno de los productos vitivinícolas más singulares y reconocibles del país.
¿Dónde está todo esto pasando? En Sant Sadurní d’Anoia
El centro de operaciones se encuentra en Sant Sadurní d’Anoia, en el Alt Penedès, a unos 40 km al suroeste de Barcelona. Es allí donde confluyen tres factores decisivos para la viticultura: el clima mediterráneo con clara influencia continental, suelos calcáreos con excelente drenaje y una topografía que alterna suaves colinas con valles fértiles. El Penedès se divide a grandes rasgos en tres zonas: el Bajo Penedès, más cálido y cercano al mar; el Medio, donde se sitúan buena parte de los viñedos históricos; y el Alto Penedès, que alcanza cotas por encima de los 500 metros y aporta frescura natural a las uvas. Codorníu cultiva en todas ellas, pero es en las zonas más elevadas donde busca hoy la tensión, la finura y la acidez natural que define a sus espumosos más ambiciosos.
El suelo también habla (y lo hace muy bien)
Los suelos del Alt Penedès, dominados por margas calcáreas y arcillas rojas, retienen agua de forma eficiente y permiten que las raíces profundicen, lo que se traduce en vinos con más capa aromática y estructura. Aquí, el cambio térmico entre el día y la noche es significativo durante el periodo de maduración, y esa amplitud térmica es lo que imprime nervio y precisión a los espumosos. No hay exceso de azúcar ni sobremaduración. La vendimia, frecuentemente manual, se realiza entre finales de agosto y mediados de septiembre, y cada parcela se recoge en el punto justo, para asegurar ese equilibrio entre acidez natural, grado alcohólico moderado y expresión varietal.
Grande, pero con cabeza (y con alma)
A pesar de su escala, Codorníu produce millones de botellas al año, la bodega ha sido sorprendentemente ágil a la hora de adaptarse a los nuevos tiempos. Desde hace dos décadas, ha iniciado una línea de trabajo más segmentada, centrada en viñedos específicos, en elaboraciones de larga crianza y en la puesta en valor de variedades autóctonas como Xarel·lo, Macabeo y Parellada. Mientras otras casas cayeron en la tentación de inundar el mercado con cavas jóvenes sin identidad, Codorníu apostó por el desarrollo de su gama Ars Collecta, donde se trabaja con crianzas de más de 30 meses, dosificaciones mínimas y un perfil claramente gastronómico.
Su estilo: elegancia sin gritar
El estilo de la casa siempre ha sido más de elegancia que de potencia, más de textura que de dulzor. A diferencia de muchas elaboraciones catalanas de corte oxidativo y crianza acentuada, los cavas de Codorníu tienden a mostrar frutas blancas, flores secas, finas notas de brioche y una burbuja integrada, más cremosa que agresiva. No es casualidad: las largas crianzas sobre lías –algunas etiquetas superan los 60 meses– permiten una evolución lenta, controlada, donde lo efervescente se convierte en textura y el vino se comporta más como un blanco de guarda que como un simple espumoso.
Una bodega que también es obra de arte
Mención aparte merece la bodega modernista, una de las joyas arquitectónicas del modernismo industrial catalán. Fue proyectada por Josep Puig i Cadafalch, discípulo de Gaudí, e inaugurada en 1915. Sus naves subterráneas se extienden a lo largo de más de 30 kilómetros de túneles excavados a mano, y no sólo son un monumento a la historia vitivinícola del país, sino un sistema de crianza que mantiene temperatura y humedad constantes sin necesidad de intervención mecánica. Allí, el silencio y la penumbra dan cobijo a millones de botellas que reposan años antes de ver la luz.
Cuando hasta Champagne miraba de reojo
Entre sus anécdotas más singulares está la de su papel clave durante el cambio de siglo, cuando muchas casas de Champagne comenzaron a mirar con recelo la calidad de los espumosos catalanes. Codorníu respondió no sólo manteniendo el estándar de elaboración tradicional, sino invirtiendo en I+D, impulsando estudios sobre levaduras autóctonas, tiempos óptimos de removido y tapones que permitieran una crianza sin oxidaciones prematuras. Lejos de esconderse, la casa asumió su rol de referente, incluso cuando eso implicaba moverse en terrenos incómodos.
Tradición y vanguardia, sin contradicción
Hoy, Codorníu se mueve entre dos mundos: el del gran volumen, sí, pero también el del vino de parcela, la viticultura regenerativa y la microvinificación experimental. Pocas casas han conseguido hacer esa transición sin perder el alma por el camino. Pocas, también, han mantenido un hilo conductor tan claro a lo largo de más de cinco siglos. Codorníu no es una reliquia. Es una bodega viva, y a veces incómodamente moderna.