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Comprar Vino de Gramona
Gramona no es una bodega más del Penedès. Es, en muchos sentidos, una declaración de principios. A las afueras de Sant Sadurní d’Anoia, epicentro del vino espumoso en España, esta casa centenaria ha decidido transitar un camino propio, alejado del ruido, las etiquetas fáciles y la producción masiva. En lugar de seguir jugando dentro de las reglas del cava, eligió salir del Consejo Regulador y apostar por una denominación de creación propia: Corpinnat, un nombre que no busca ser una marca, sino una visión. El resultado no es solo una categoría nueva de espumoso, sino un manifiesto sobre el origen, la sostenibilidad y el tiempo.
Aquí el tiempo no corre: madura
Porque el tiempo es, de hecho, el gran protagonista en Gramona. Aquí no se habla de meses de crianza, sino de años. Algunas de sus referencias permanecen una década o más sobre lías antes de salir al mercado. Este gesto, más que una técnica, es una actitud. Una forma de entender el vino como un organismo vivo que no se fuerza, sino que se acompaña. Mientras muchos productores consideran que 9 o 15 meses bastan para un espumoso, en Gramona el mínimo ronda los 30. Y los grandes nombres — III Lustros, Celler Batlle o Enoteca — simplemente no entienden la prisa.
Viñedos que respiran, ovejas que abonan
El viñedo es otro pilar. Cultivan alrededor de 60 hectáreas en propiedad y gestionan algunas más con viticultores asociados, siempre bajo prácticas biodinámicas. Sí, biodinámicas, en un entorno mediterráneo donde la aridez y el calor suponen un desafío constante. Pero en Gramona no se trata de marketing ecológico, sino de una visión agrícola coherente, profundamente ligada a la observación del entorno, a la lectura del clima, a la recuperación de biodiversidad. De hecho, mantienen un rebaño de ovejas, cultivos de cobertura, rotación de parcelas y hasta un pequeño laboratorio de compostaje propio. Todo esto no es decorado: es la raíz de una viticultura que busca expresión más que rendimiento.
Xarel·lo: la uva que lo aguanta todo
La variedad principal aquí es la Xarel·lo, columna vertebral del espumoso de larga crianza en el Penedès. Esta uva, resistente, austera, marcada por una acidez firme y una expresión ligeramente salina, se adapta perfectamente a las largas crianzas que propone la casa. En combinación con Macabeo y Parellada, o incluso en solitario, se convierte en una herramienta de relojería. En las etiquetas más ambiciosas, puede desarrollar aromas de pan tostado, fruta confitada, frutos secos, notas salinas, matices minerales. Pero no se trata de fuerza ni de volumen. Lo que impresiona en los vinos de Gramona es la precisión. El equilibrio entre oxidación y frescura, entre la evolución y la tensión. Es como si el vino respirara, como si cada año sobre lías le añadiera una capa de complejidad, no de peso.
Los grandes nombres: III Lustros, Celler Batlle, Enoteca
Uno de los iconos de la bodega, III Lustros, nace de una selección minuciosa de viñedos de Xarel·lo y Macabeo, y pasa cerca de 90 meses sobre lías. No lleva adición de licor de expedición o lo lleva en dosis mínimas, lo que permite que el vino hable con su voz propia, sin disfraz. El resultado es elegante, complejo, larguísimo en boca.
Celler Batlle, por su parte, es un homenaje a la figura de Batlle, uno de los fundadores de la casa, y se sitúa un peldaño más arriba en cuanto a estructura y profundidad. Pero el verdadero mito es Enoteca Gramona, espumoso de producción ínfima, con más de 12 años de crianza, que ha sido definido por críticos internacionales como el equivalente español de un Krug Clos du Mesnil. Aquí ya no se trata de comparación, sino de identidad radical.
Una familia con ideas propias (y bien firmes)
La familia Gramona —actualmente en manos de la quinta generación, representada por Jaume y Xavier — nunca ha escondido su carácter rebelde. Salirse del Cava, apostar por la biodinámica, trabajar con variedades autóctonas y rehuir del azúcar en el dosage no fueron decisiones fáciles ni populares. Pero sí fueron honestas. Y el tiempo, otra vez, les ha dado la razón.
Porque lo que hacen en Gramona no es vino espumoso catalán. Es espumoso del tiempo, del suelo, del silencio. Es una manera de esperar, de entender que la velocidad es el enemigo de lo profundo. Por eso, más que hablar de método tradicional, deberíamos hablar de método Gramona.
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384,34 SEK/ud (-5%)
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Comprar Vino de Gramona
Gramona no es una bodega más del Penedès. Es, en muchos sentidos, una declaración de principios. A las afueras de Sant Sadurní d’Anoia, epicentro del vino espumoso en España, esta casa centenaria ha decidido transitar un camino propio, alejado del ruido, las etiquetas fáciles y la producción masiva. En lugar de seguir jugando dentro de las reglas del cava, eligió salir del Consejo Regulador y apostar por una denominación de creación propia: Corpinnat, un nombre que no busca ser una marca, sino una visión. El resultado no es solo una categoría nueva de espumoso, sino un manifiesto sobre el origen, la sostenibilidad y el tiempo.
Aquí el tiempo no corre: madura
Porque el tiempo es, de hecho, el gran protagonista en Gramona. Aquí no se habla de meses de crianza, sino de años. Algunas de sus referencias permanecen una década o más sobre lías antes de salir al mercado. Este gesto, más que una técnica, es una actitud. Una forma de entender el vino como un organismo vivo que no se fuerza, sino que se acompaña. Mientras muchos productores consideran que 9 o 15 meses bastan para un espumoso, en Gramona el mínimo ronda los 30. Y los grandes nombres — III Lustros, Celler Batlle o Enoteca — simplemente no entienden la prisa.
Viñedos que respiran, ovejas que abonan
El viñedo es otro pilar. Cultivan alrededor de 60 hectáreas en propiedad y gestionan algunas más con viticultores asociados, siempre bajo prácticas biodinámicas. Sí, biodinámicas, en un entorno mediterráneo donde la aridez y el calor suponen un desafío constante. Pero en Gramona no se trata de marketing ecológico, sino de una visión agrícola coherente, profundamente ligada a la observación del entorno, a la lectura del clima, a la recuperación de biodiversidad. De hecho, mantienen un rebaño de ovejas, cultivos de cobertura, rotación de parcelas y hasta un pequeño laboratorio de compostaje propio. Todo esto no es decorado: es la raíz de una viticultura que busca expresión más que rendimiento.
Xarel·lo: la uva que lo aguanta todo
La variedad principal aquí es la Xarel·lo, columna vertebral del espumoso de larga crianza en el Penedès. Esta uva, resistente, austera, marcada por una acidez firme y una expresión ligeramente salina, se adapta perfectamente a las largas crianzas que propone la casa. En combinación con Macabeo y Parellada, o incluso en solitario, se convierte en una herramienta de relojería. En las etiquetas más ambiciosas, puede desarrollar aromas de pan tostado, fruta confitada, frutos secos, notas salinas, matices minerales. Pero no se trata de fuerza ni de volumen. Lo que impresiona en los vinos de Gramona es la precisión. El equilibrio entre oxidación y frescura, entre la evolución y la tensión. Es como si el vino respirara, como si cada año sobre lías le añadiera una capa de complejidad, no de peso.
Los grandes nombres: III Lustros, Celler Batlle, Enoteca
Uno de los iconos de la bodega, III Lustros, nace de una selección minuciosa de viñedos de Xarel·lo y Macabeo, y pasa cerca de 90 meses sobre lías. No lleva adición de licor de expedición o lo lleva en dosis mínimas, lo que permite que el vino hable con su voz propia, sin disfraz. El resultado es elegante, complejo, larguísimo en boca.
Celler Batlle, por su parte, es un homenaje a la figura de Batlle, uno de los fundadores de la casa, y se sitúa un peldaño más arriba en cuanto a estructura y profundidad. Pero el verdadero mito es Enoteca Gramona, espumoso de producción ínfima, con más de 12 años de crianza, que ha sido definido por críticos internacionales como el equivalente español de un Krug Clos du Mesnil. Aquí ya no se trata de comparación, sino de identidad radical.
Una familia con ideas propias (y bien firmes)
La familia Gramona —actualmente en manos de la quinta generación, representada por Jaume y Xavier — nunca ha escondido su carácter rebelde. Salirse del Cava, apostar por la biodinámica, trabajar con variedades autóctonas y rehuir del azúcar en el dosage no fueron decisiones fáciles ni populares. Pero sí fueron honestas. Y el tiempo, otra vez, les ha dado la razón.
Porque lo que hacen en Gramona no es vino espumoso catalán. Es espumoso del tiempo, del suelo, del silencio. Es una manera de esperar, de entender que la velocidad es el enemigo de lo profundo. Por eso, más que hablar de método tradicional, deberíamos hablar de método Gramona.